29 de octubre de 2012

Lo leí y me hizo pensar bastante...

Todos conocemos el poder que tienen las palabras y la manera en que pueden afectarnos cuando la intensión es poco afectuosa, por lo tanto: ¿Somos conscientes de lo que le decimos a los demás? Las palabras pueden llegar a sanarnos o a enfermarnos, a animarnos o destruirnos anímicamente.
Las palabras primero se piensan. Los pensamientos crean nuestra realidad.
Los pensamientos, los sentimientos, las palabras y las emociones son energía. La calidad de esa energía, influye en nuestra vida.
Si nuestros pensamientos son positivos, tendremos resultados positivos.
Si por el contrario tenemos pensamientos negativos, crearemos una realidad repleta de situaciones que nos espejen la calidad vibratoria de nuestros pensamientos.
Uno de los mayores poderes que tiene el ser humano, es ser capaz de cambiar su programación mental. El pensamiento y la imaginación son elementos que crean la realidad que preferimos.
Imaginemos como si viéramos la película de nuestra vida que más nos gusta, sucediendo en nuestra mente. Los tibetanos dicen: “Velo sucediendo y eso sucederá”.

Podemos manejar la energía, podemos hablar dulcemente, dar afecto y provocar alegría, podemos tender la mano y hacer mas liviana la carga de algunos, podemos hacer personas felices con sólo procurarlo, esta capacidad es nuestra mejor ventaja en este mundo. Osho
¿Cómo hablás con los demás? ¿Sos más amable con los desconocidos que con los más cercanos?
¿Qué les transmiten tus palabras? ¿Señalás los defectos continuamente con ánimo despectivo o reforzás las virtudes?
¿Qué te decís a vos mismo? ¿Cómo es el contenido de pensamientos en tu dialogo interno?
¿Descalificás con tus palabras? ¿Podés observar el malestar que le causas en la estima al otro cuando lo menospreciás y aún así lo seguís haciendo?


Una palabra irresponsable: Puede encender discordias y fuegos difíciles de apagar.
Una palabra cruel: Puede arruinar y derribar todo lo que se había edificado en una vida.
Una palabra de resentimiento: Puede enfermar a una persona, como si le claváramos un cuchillo en el corazón.
Una palabra brutal: Puede herir y hasta destruir la autoestima y la dignidad de una persona.
Una palabra amable: Puede suavizar las cosas y modificar la actitud de otros.
Una palabra alegre: Puede cambiar totalmente la fragancia y los colores de nuestro día.
Una palabra oportuna: Puede aliviar la carga y traer luz a nuestra vida.
Una palabra de amor: Puede sanar el corazón herido.
Porque las palabras tienen vida.
Son capaces de bendecir o maldecir, de edificar o derribar,
de animar o abatir, de transmitir vida o muerte,
de perdonar o condenar, de empujar al éxito o al fracaso,
de aceptar o rechazar.